Phileas Fogg, un flemático inglés, ha apostado su fortuna a que dará la vuelta al mundo en 80 días, y empleará todos los medios de locomoción a su alcance: trenes, barcos, coches, y hasta un elefante y un trineo. Pero esta vuelta al mundo, en la que se combinan el humor, la aventura, el heroísmo y la típica abnegación de los personajes vernianos, reserva al lector otra sorpresa: la apuesta que a Fogg le hace perder el policía Fix se la hará ganar impensadamente el sol.
No soy muy dada a los clásicos pero las casualidades hicieron que acabara en mis manos toda una colección del 2004 publicada por El País así que me encuentro con cerca de 50 clásicos para mi uso y disfrute.
Este sin duda es seguro uno de mis favoritos porque a pesar de que la narración es muy descriptiva y apenas hay diálogos, y usa términos muy raros con notas al pie de página; es una novela de aventuras en la que no hay ni un segundo de descanso.
A pesar de todo el párrafo anterior, ni es pesada ni es ágil. Es un término medio que a mí me parece suficiente. Además que el final no es nada previsible. Igual la sinopsis sí que te da ya una pista de lo que pasa en las últimas páginas pero yo inocente no iba a ponerme a pensar qué significado tiene.
Iba con cero expectativas y encontré una historia que me atrapó y me hizo conocer todas las aventuras que vivió Phileas Fogg en 80 días.
3,5/5
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Treinta relatos con una trama en común: una máquina que predice la causa de muerte de sus usuarios.
No hay una sinopsis oficial, la que aparece en las páginas web es de cómo se creó el libro: dos bloggers recopilaron treinta relatos sobre el tema que ellos publicaron en una de sus entradas.
El libro aparece como descatalogado pero tuve la suerte de encontrarlo en un mercadillo que suelen poner en el centro comercial por navidad. Me llamó mucho la atención y no es para menos, la trama es muy atrayente.
Me encanta la forma en la que cada uno de los autores capta la esencia de la historia y la convierte en una diferente. Lo único que hay algunos de esos relatos que quedan muy superficiales. Entiendo que son relatos cortos, pero la magia también está en saber hacerlos con profundidad.
También se acaban encasillando en tres categorías: las de personajes que evitan usar la máquina para no saber cómo van a morir, personajes que saben cómo mueren y evitan a toda costa eso que los va a matar (llevándolos a no disfrutar plenamente de sus vidas), los que se lanzan de cabeza a comprobarlo porque les genera cierto morbo comprobar si mueren o no y los que se plantean la ética de la existencia de esa máquina.
Porque estos relatos también nos hacen reflexionar a los lectores acerca de si querríamos ser alguno de estos personajes, cómo conviviríamos con la respuesta, si nos volveríamos obsesivos o si seríamos capaces de seguir con nuestras vidas como si nada.
Yo personalmente no sabría qué pensar, seguramente me volvería loca si supiera la respuesta.
3/5